martes, 2 de julio de 2019

Opinión: Carta a Ángel Rondón

Por José Luis Taveras
Me dirijo a ti confiado en que me leerás. Ya lo hice una vez. En esa ocasión apenas despuntaba tu trance judicial: un proceso que prometía ingenuas expectativas. Pronto la gente percibió que era una trama más del Gobierno para aquietar el bullicio social y esconder el pecado de Punta Catalina. Las circunstancias de hoy son otras y ellas motivan mi atrevimiento. 

El tiempo, mi querido Ángel, pone las cosas en su orden. Hoy tu proceso toma derroteros más previsibles, aunque no igualmente propicios. Dos circunstancias te obligan a repensar la estrategia de tu defensa: a) el envío de tu expediente a juicio de fondo; y b) la revelación de los sobornos de Punta Catalina. Este último hecho amenaza con desarmarte y dejar en el abandono cualquier promesa del Palacio a tu favor.

Me explico: mientras los sobornos por Punta Catalina eran de dominio reservado tu situación lucía llevadera. Solo tú tenías en carpeta nombres, pagos y datos para poder negociar holgadamente en caso de que las circunstancias judiciales se tornaran adversas; ahora, con la revelación periodística de los sobornos de Odebrecht, tu secreto pierde valor. La consideración que merecías reposaba en esa información. Ya es pública. Una vez revelada, pierde interés cualquier “atención” contigo. Es así que de “hombre llave” en este proceso puedes devenir en ofrenda de expiación.

Créeme, Ángel, que esa gente no es fiable. Cogieron el dinero que les diste, pero te dejarán en el charco “sin enlodarse”. A la hora de resolver no aparecen. No la atan nada ni nadie que ponga en riesgo sus utilidades. Te “subirán lo vidrios” como lo ha hecho tu viejo amigo Danilo Medina, muy a pesar de que ese ministro cercano que sirve de enlace —y que tú y yo conocemos— te siga susurrando poesías. Te lo digo en lenguaje barrial: “te están mareando, no cojas corillo”.

Descubierto el plan, el procurador tendrá que aparentar cierto compromiso con la versión 2.0 de Odebrecht —los sobornos por Punta Catalina— y quedará obligado —solo por presión social— a instrumentar un expediente con dos o tres chivitos. Eso les dará la oportunidad a sospechosos de más alta talla a negociar con la misma información que tú no has dado. En otras palabras: se te acabó el privilegio del secreto abriendo a los demás una discreción que antes era de tu exclusiva reserva. En ese escenario no dudo que pierdas interés estratégico en el proceso y convenga entonces arreciar en tu contra. No creo que seas ingenuo como para suponer que todo seguirá igual. Esa condena, Ángel, viene porque viene. Te acordarás de esta carta y enmarcarás mi nombre en Najayo.

Mientras Punta Catalina permanecía afuera eras cotizable. De primer actor, mi querido Ángel, pasaste a ser una pobre mención de reparto secundario. Tenías el dominio político del proceso; tu secreto era oro. Eso fue pasado. El apremio es ahora del procurador, quien hasta la semana pasada dormía plácidamente. El plan del Palacio se derrumbó y con él las garantías empeñadas contigo. Pasaste a la periferia mi amigo, y de qué manera.

Ángel, sé de los tratos contigo. Eran creíbles mientras las cosas se mantenían en control. Con Punta Catalina al descubierto, te dejarán a tu suerte. Ahora están trabajando como el primer día en el plan B de la mano de Odebrecht en el cual tú no cuentas.

No te cumplirán Ángel. No les creas. Eso era así mientras le eras útil. Ya no. Eres el sujeto ideal para protagonizar la expiación. Tu condena es más segura que la muerte. Júralo. En esas circunstancias: ¿dejarás que se salgan con la suya?

Si me preguntas qué haría en tu lugar, no demoro en responderte: empezaría a delatar. Cada semana, como jueves de estreno, soltaría un nombre. Empezaría con uno políticamente pequeño hasta el de más alto rango, no sin antes forzar un acuerdo que propondría públicamente para colocar en un escenario forzoso al procurador. Te aseguro que esa oferta encontrará simpatía y apoyo en la sociedad frente a la cual eres un cómplice más en la urdimbre de impunidad oficialista. De esa manera honras un deber, aminoras la condena y pasas de villano a héroe. Si desperdicias el momento se te pondrá más difícil el cuadro. Mas, con el riesgo de que alguno de los posibles implicados en el “nuevo caso de Odebrecht” —los sobornos por Punta Catalina— les robe impacto y mérito a tus delaciones. Por eso el momento táctico es ahora.

Ángel, como abogado mercantilista te aseguro que tu argumento de defensa no sirve ni se sostiene. Eso de recibir pagos de presuntos honorarios como contratista o representante comercial de Odebrecht es bufo. Pierdes tiempo. Con eso no llegarás a ningún lado. Y puedo remitirte una consulta escrita de forma gratuita. Si fuera ministerio público pulverizaría en cinco minutos esa defensa. Ese argumento es inconsistente desde el punto de vista probatorio y de fondo.

Debes entender que no eres un sujeto convencional del proceso. Vales más como pieza estratégica que como su principal acusado. Poco importarán tus alegatos, derechos y garantías cuando la gente de poder se sienta expuesta. Por más vueltas que le des, tu defensa no es técnica: es política y es en ese proscenio donde debes manejarte. A la hora de la verdad, cuando las circunstancias cambien —como lo están haciendo— y las relaciones de poder sean otras —como ya empieza a evidenciarse—, el guión se ajustará a esas contingencias y perderás total control de su desenlace. Te reitero: ponte del lado de la verdad y prueba. No disipes el momento y habla. El silencio te hunde.
El autor es Abogado.
Fuente:Acento

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