El presidente de EEUU, Donald Trump, se anotó una victoria legislativa esta semana al lograr la aprobación de su ley de salud en la Cámara de Representantes, aunque la batalla para derogar y sustituir el actual sistema, impulsado por Barack Obama, será larga y compleja en los pasillos del Senado.
Tras el sonado fracaso de hace unas semanas, cuando los propios republicanos de la Cámara baja tuvieron que suspender hasta en dos ocasiones el voto a falta de consenso en su bancada, Trump necesitaba reivindicar su poder en el Congreso, y logró por fin un acuerdo, aunque por un margen estrechísimo.
Al multimillonario no le importó que se votara el texto sin que la Oficina no partidista de Presupuesto del Capitolio emitiera su informe final de impacto sobre la legislación, algo que nunca ocurre, ni tampoco ceder en las demandas de los ultraconservadores, quienes lograron retirar las disposiciones sobre las enfermedades preexistentes, un asunto vital para los estadounidenses.
Con evidentes aires de celebración, y rodeado los congresistas, Trump auspició la rueda de prensa posterior al voto en los jardines de la Casa Blanca, como si el proyecto de ley ya estuviera firmado y él pudiera dar por cumplida su gran promesa de campaña: acabar con Obamacare, como se conoce al actual sistema de salud.
Sin embargo, el texto legislativo ahora pasa a manos del Senado, donde los republicanos tienen una mayoría mucho más estrecha que en la Cámara baja, los procesos de análisis son mucho más lentos y varios senadores conservadores ya han mostrado su rechazo al proyecto.
Los más moderados, y en cuyos estados la ley de salud de Obama ha supuesto un impacto considerable mejorando el acceso sanitario de sus ciudadanos, saben del peligro que corren sus escaños si permiten que la propuesta de la Cámara baja prospere, por lo que es previsible que el texto actual sufra cambios drásticos.
Por otra parte, los republicanos más radicales, como Rand Paul o Ted Cruz, no aceptarán tampoco una versión edulcorada de la legislación porque quieren acabar con el actual sistema completamente, por lo que está claro que Trump necesitará de mucha paciencia y mano izquierda si quiere llegar a estampar su firma en una nueva sanitaria.
La primera versión de la ley, antes de las enmiendas requeridas por los ultraconservadores, supondría perder el seguro médico a más de 24 millones de estadounidenses en una década, a lo que se suma el hecho de que la disposición sobre enfermedades preexitentes hará que millones de personas no puedan costear sus seguros.
Las asociaciones nacionales de médicos han mostrado su rechazo a la propuesta y han advertido de su "devastador impacto": la ley de Obama había reducido a la mitad en 7 años los casos de bancarrota familiar por enfermedad de alguno de sus miembros.
Los demócratas, que reconocen que el sistema sanitario puede ser mejorable, no están sin embargo dispuestos a ponerle las cosas fáciles a los republicanos para acabar con el actual sistema, y utilizarán todas las herramientas legislativas posibles para que eso no ocurra.
"Este proyecto de ley no va a llegar a ningún lado en el Senado de Estados Unidos", aseveró el líder de la minoría demócrata en la Cámara alta, Chuck Schumer.
"En lugar de tratar de aprobar una versión diferente del mismo Trumpcare, que significaría costos más altos por menos cuidado, los republicanos en el Senado deberían negarse a seguir a sus colegas de la Cámara hacia el precipicio, rechazar la legislación, y trabajar con los demócratas para mejorar nuestro sistema de cuidado de salud de una manera bipartidista", agregó.
De hecho, como se ha demostrado esta semana con las negociaciones del presupuesto, los demócratas tienen la capacidad para presionar lo suficiente a la mayoría republicana con las maniobras de bloqueo.
Los fondos federales para lo que resta de año fiscal, que se acordaron finalmente en los últimos días, no contaron con la mayoría de las demandas del multimillonario, como la financiación para la construcción de un muro en México, dinero para una fuerza de deportación masiva, o el retiro de fondos para Obamacare o las clínicas abortivas.
Así, pese a la victoria simbólica y el paso adelante que ha dado Trump para acabar con uno de los grandes legados de su predecesor, está todavía lejos de poder colgarse verdaderamente esa medalla.
Fuente:EFE