Nueva York.- En la segunda parte del reportaje especial “El crimen que mató mi niñez”, Valery Belén Saavedra Lozada recuerda el esfuerzo de su abuelita Roxana Rivadineira por recuperarla tras el horrendo asesinato de su joven madre.
Nuestra Yolanda Vásquez visitó el complejo de viviendas en Forest Hills, Queens donde César Ascarrunz asesinó y desmembró a Mónica Lozada Rivadineira. Fue ahí donde se concentró la investigación del NYPD, a solo 20 minutos del sitio donde Valery fue hallada descalza y aterrada en medio de la noche.
Irónicamente, es en ese complejo de vivienda donde Valery evoca los momentos felices que vivió con su madre, a quien recuerda como una mujer hermosa.
“Ella luce como una princesa”, fue la respuesta de la pequeña a las preguntas de la prensa cuando la policía intentaba dar con su familia.
A 14 años del crimen, la joven sigue recordando a su madre como a “una reina”.
“Ella era todo para mí y yo siempre me acuerdo de que la miraba y me preguntaba cómo puede ser alguien tan hermosa”, expresó Valery.
Su abuelita, Roxana, pasó dos años en Nueva York en librando una lucha para obtener su custodia y presenciar cuando al asesino de su hija se le impuso una condena de 32 años de prisión.
Tras la condena, abuela y nieta retornaron a Bolivia con las cenizas de Mónica en sus maletas. Y es en el Cementerio General de Cochabamba donde ambas oran por la joven madre.
“Llorábamos las dos”, dijo la abuela al recordar los primeros años en Bolivia, en un intento por llevar una vida normal. “Yo también extraño a mi hija”, expresó ahogada en llanto.
“Mi abuelita es una mujer muy fuerte, que lo único que ha hecho es transitarme fuerza y valentía siempre”, comentó Valery.
Ambas esperan tener de frente al asesino de Mónica en busca de respuestas.
“¿Por qué me quitó a mi mamá?”, es la pregunta que Valery guarda desde esa noche de septiembre.
PRIMERA PARTE
Valery Belén Saavedra Lozada tenía cuatro años cuando el asesino de su madre la abandonó frente a una casa en el vecindario de Middle Village, Queens una fría noche del 25 de septiembre del año 2005.
César Ascarrunz, de entonces 33 años, dejó a la pequeña, que estaba descalza, en medio de la oscuridad de una calle desconocida horas después de asesinar y desmembrar a su madre, Mónica Lozada Rivadineira, de 26 años.
"Esta niña necesita ir a la escuela y necesita tener una vida normal”, declaró para entonces, Kim McLaurin, el abogado de la Sociedad de Ayuda Legal que representó a la niña en la corte.
Sin embargo, lejos de esa vida normal, el dolor y la desolación han marcado a Valery en los últimos 14 años.
Nuestra Yolanda Vásquez viajó más de 4,000 millas de distancia para conversar en exclusiva con Valery en Cochabamba, Bolivia.
“Recuerdo que estaba en la calle, que era oscuro, que hacía frío, que estaba sin zapatos y que me bajé del auto, y él (César Ascarrunz) me dijo que vaya a tocar la puerta, que mi mamá estaba ahí”, recordó Valery acerca de esa fatídica noche que conmocionó a la Gran Manzana.
“Entonces yo bajé, yo sabía que ya no estaba ahí y que no la iba a encontrar, pero aun así fui, toqué la puerta, nadie me abrió. Me fui a sentar a un costado, empecé a llorar”, relató la adolescente, ahora de 18 años.
Valery narró que su angustia empezó horas antes de ser abandonada por Ascarrunz, quien mató a su madre en medio de un ataque de celos.
“Yo estaba en el sillón echada, había una ventana enfrente y el caminaba de un lado a otro, y era oscuro, y no había ninguna luz encendida, solo estaba él caminando en la ventana, como preocupado”, contó la joven.
Inicialmente, el Departamento de Policía permitió que la pequeña apareciera en televisión con la finalidad de hallar a su familia. En una entrevista con la prensa, la niña identificó como su padre a “César”, en medio de su inocencia.
Los recuerdos de la niña que se robó el corazón de la ciudad fueron clave para resolver el misterio de la desaparición de su madre, quien había llegado de Bolivia cuando ella era apenas una bebé.
Mónica deseaba brindarle a su hija un futuro brillante, pero Ascarrunz extinguió ese anhelo junto con su vida.
Según un reporte de la policía, Ascarrunz, quien era médico en Bolivia, fue localizado, interrogado y arrestado días después, cuando confesó el asesinato de Mónica.
“Recuerdo que no me gustaba”, respondió Valery cuando nuestra Yolanda Vásquez le preguntó acerca de lo que recordaba del asesino confeso.
“No me gustaba, y no sé, sentía que tenía que proteger a mi mamá”, dijo al borde del llanto.
El dolor no culminó para la pequeña y su familia tras el arresto de Ascarrunz. En 2005, TELEMUNDO 47 entrevistó a la abuelita de Valery, Roxana Rivadineira, cuando llegó a Nueva York para reclamar la custodia.
Para entonces, Ascarrunz admitió que había desmembrado el cuerpo de Mónica y que había colocado sus restos en bolsas negras para después arrojarlas a la basura.
Las autoridades buscaron los restos durante varias semanas en un vertedero de Pensilvania.
“Uno de los canes encontró el bracito y me llamaron (para preguntar) si Mónica tenía un tatuaje, alguna cosita. Yo les dije que sí, que tenía en el ombliguito un tatuaje de una palomita”, comentó la madre de Mónica.
“Entonces era el dorso lo que encontraron”, añadió.
La familia que encontró a Valery ese 25 de septiembre del año 2005 aún vive en la misma casa y desea reencontrarse con la joven.
No te pierdas la segunda parte de este reportaje especial el martes a las 6:00 p.m.
Fuente:Telemundo