Los muertos por la avalancha en la ciudad colombiana de Mocoa, en el sur del país, ascienden a 234 y los heridos a 220, según el último informe facilitado el domingo por la Cruz Roja Colombiana al Canal Institucional.
La ciudad colombiana fue declarada en estado de calamidad para agilizar las operaciones de rescate y de ayuda a las víctimas, con un número indeterminado de desaparecidos y damnificados.
No se descarta que el número de víctimas aumente ya que "hay mucha gente desaparecida", según manifestó el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, quien visitó la zona del desastre, un lodazal con piedras gigantescas arrastradas por los ríos hasta el centro mismo de esa ciudad de unos 45,000 habitantes.
Ante la falta de electricidad, las autoridades de Mocoa se vieron obligadas a suspender la búsqueda el sábado en la noche, casi un día después de que las intensas lluvias desbordaron los ríos y provocaron una pared de agua que barrió la ciudad, próxima a la frontera con Ecuador, alrededor de la medianoche. La riada se llevó por delante casas, autos y árboles mientras los residentes dormían en sus camas.
Los cuerpos están siendo trasladados a una morgue temporal donde tres equipos médicos trabajan contrarreloj para identificar rápido a las víctimas.
"Van a trabajar las 24 horas", dijo Carlos Valdés, director del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencia Forense.
Las autoridades y los residentes en la ciudad encajada entre montañas junto a la frontera sur de Colombia, dedicaron el sábado a atender a las víctimas, intentando encontrar sus casas en calles reducidas a pilas de escombros y participaron en una búsqueda desesperada para localizar a sus seres queridos que desaparecieron en la oscuridad de la noche. Las autoridades esperan que la cifra de víctimas mortales aumente.
Eduardo Vargas, de 29 años, estaba durmiendo con su esposa y su bebé de siete meses cuando lo despertaron los golpes de los vecinos en la puerta de la casa. Recogió a su familia y empezó a correr hacia una montaña entre gritos de la gente en pánico.
"No tuvimos tiempo para nada", relató.
Vargas y su familia esperaron con una veintena de vecinos mientras las piedras, árboles y tablas de madera arrasaban su vecindario más abajo. Esperaron en su refugio hasta que amaneció, cuando soldados del ejército les ayudaron a bajar.
Cuando el sábado regresó al lugar donde estaba su vivienda, comprobó que no quedaba nada.
"Gracias a dios tenemos nuestras vidas", señaló.
Santos viajó a Mocoa y declaró la ciudad como zona catastrófica el sábado. La Fuerza Aérea trasladó a 19 pacientes a una ciudad más al norte y señaló que otros 20 serán evacuados pronto. Se están enviando medicinas y equipos médicos a la ciudad mientras el hospital regional intenta afrontar la magnitud de la tragedia.
Herman Granados, un anestesiólogo, señaló que trabajó toda la noche con las víctimas y que el hospital no cuenta con un banco de sangre lo suficientemente grande como para atender a todos los pacientes y que se está quedando sin suministros.
Algunos empleados del centro fueron a ayudar aunque tenían familiares desaparecidos, agregó.
"Me imagino que bajo el lodo deber haber muchos más", dijo Granados.
Santos culpó del suceso al cambio climático, apuntando que las lluvias acumuladas durante la noche equivalieron a casi la mitad del agua que cae normalmente en Mocoa en todo el mes de marzo. Con la temporada de lluvias en Colombia recién iniciada, explicó que las autoridades locales y nacionales tienen que redoblar sus esfuerzos para evitar tragedias similares.
Este será recordado como uno de los peores desastres naturales en la historia reciente de país, aunque la nación andina vivó catástrofes medioambientales aún más destructivas. Cerca de 25,000 personas murieron en 1985 tras la erupción del volcán Nevado del Ruíz, que provocó un río de lodo y escombros que enterró la localidad de Armero.
Mientras los rescatistas trabajaban entre los restos, muchos residentes de Mocoa se lanzaron a buscar a sus seres queridos por su cuenta.
Durante toda la noche, Oscar Londoño intentó en vano ponerse en contacto con los padres de su esposa, cuya casa está junto a uno de los ríos desbordados. Pensó que era demasiado peligroso intentar llegar a ellos en la noche así que llamó insistentemente por teléfono sin obtener respuesta.
Una vez salió el sol, comenzó a caminar hacia la casa pero se topó con que las calles que solía tomar habían desaparecido. Mientras intentaba orientarse se cruzó con el cuerpo de una mujer joven vestida con una minifalda y una blusa negra.
Intentó tomarle el pulso, pero no lo encontró.
"Se veían cuerpos a lo largo", relató.
Cuando finalmente consiguió llegar al barrio donde vivían sus suegros, había "solo lodo y piedras". Los rescatistas que trabajaban con el ejército lo guiaron hasta la montaña, donde encontró a sus familiares acampados con otros sobrevivientes.
Fuente:AP/EFE