Bagdad.- Un mosaico improbable de fuerzas se congrega en torno a la ciudad iraquí de Mosul, preparando una batalla en las llanuras llenas de historia del norte del país que probablemente será decisiva en la lucha contra el grupo extremista Estado Islámico.
La inusual alianza —tropas iraquíes junto a milicianos chiíes, combatientes curdos, tribus árabes suníes y fuerzas especiales estadounidenses— refleja la importancia de esta batalla. Retomar Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, asestaría un gran golpe al grupo miliciano y acabaría con su autodenominado "califato", al menos en Irak.
Pero una victoria no supondría el fin del conflicto. En un Irak donde el grupo extremista ya no controlara territorio, las enemistades y rivalidades entre los miembros de la coalición contra EI podrían estallar con facilidad.
La batalla, prevista para finales de año, amenaza con ser larga y agotadora. Si los combatientes del grupo armado se atrincheran ante un ataque, tienen cientos de miles de vecinos de la ciudad como posibles escudos humanos. Y conforme huyan los habitantes, avivarán una crisis humnitaria en la región curda iraquí que rodea a Mosul, donde los campos ya están sobrepasados con más de 1,6 millones de personas desplazadas en los dos últimos años. Grupos humanitarios se apresuran para prepararse para hasta un millón de personas que podrían verse desplazadas por un ataque a Mosul.
Mosul, el mayor premio ganado por los milicianos en su ofensiva del verano de 2014, en la que tomaron buena parte del norte, oeste y centro de Irak, ha sido vital para el grupo extremista. Las reservas de sus bancos proporcionaron al grupo una enorme cantidad de efectivo, y la infraestructura y los recursos de la ciudad ayudaron a la milicia a establecer su califato en lugares de Siria e Irak.
Mosul fue el lugar elegido por el líder del grupo armado, Abu Bakr al-Baghdadi, para hacer su primera aparición pública tras declarar el califato, con un triunfante sermón en una mezquita histórica de la antigua ciudad. Durante los últimos dos años, buena parte de la cúpula dirigente parece haber operado desde Mosul.
Recuperar la ciudad prácticamente anularía la ofensiva arrolladora de los extremistas en 2014, y el grupo se quedaría con apenas algunas áreas aisladas controladas en Irak. Los combatientes del grupo ya han respondido a otras derrotas en el campo de batalla retomando sus tácticas de estilo de guerrilla y retirándose a la vecina Siria para defender el territorio del grupo allí, donde también se reduce con rapidez.
Durante semanas, las dispares fuerzas han recuperado territorio en la provincia de Nineveh, donde se encuentra Mosul, tomando pueblos y rutas de suministro importantes. Aun así, la posición más cercana del Ejército iraquí se encuentra unos 48 kilómetros (30 millas) al sur de Mosul y queda media docena de pueblos con población civil que están en manos de los milicianos y que las tropas deben tomar antes de llegar a las afueras de la ciudad. Las tropas curdas están más cercas, en algunos puntos a 16 kilómetros (10 millas) de la ciudad hacia el norte y el este.
Las fuerzas de la coalición estadounidense han acelerado la instrucción de tropas iraquíes y combatientes curdos, condensando cursos que antes llevaban más de dos meses en apenas cuatro semanas. El Pentágono anunció en julio el despliegue de 560 militares más en Irak para transformar la base aérea de Qayara, al sur de Mosul, en una base para preparar el asalto final.
Aun así, al Ejército iraquí le faltan miles de soldados para alcanzar la cifra de 30.000 efectivos necesarios para el ataque, y las fuerzas que tiene ahora están explotadas al límite para intentar mantener otros territorios recuperados, especialmente en la región occidental de Anbar.
"El mayor desafío es generar las fuerzas necesarias para llegar a Mosul", explicó el mayor general Gary Volesky, responsable de las tropas estadounidenses de tierra en Irak. "Si uno quiere sacar a alguien de Anbar para que vaya a Mosul, tiene que poner a otra persona allí".
Fuente:AP
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