Santo Domingo, RD.- En toda la calle Sagrario Díaz Santiago, antigua 30, en Villas Agrícolas, ya no hay escombros. La gente ha vuelto a su vida normal, varias casas esperan la navidad con pequeñas decoraciones propias de la época. Algunas mujeres sentadas en las galerías de sus hogares conversan sobre la cotidianidad, despiertan cuando el saludo de periodistas les recuerdan que hace un año salieron de sus viviendas despavoridas con la única intención de no morir un 5 de diciembre.
En el ambiente no se percibe que hace hoy justamente un año de ocurrida la explosión de la fábrica de plástico Polyplas afectando sus vidas, casas y pertenencias materiales. A simple vista lo que se ve normal en algunos residentes del lugar ha dejado huellas que al parecer el tiempo no ha podido borrar, como es el caso de Rossy Romero, quien desde el momento de la explosión cayó en una depresión que le impedía conciliar el sueño, viéndose en la obligación de tener que tratarse con un psiquiatra que la ve todos los meses en la Plaza de la Salud, además de beber medicamentos para los nervios todos los días.
Aún vive el trauma
“Estoy luchando con eso pero nadie me está comprando la medicina, tengo yo que comprarla, algo que yo no me lo busqué y pasó, con eso no digo que nadie quiso que pasara pero pasó”, dice Romero mientras parece retroceder el tiempo al aquel miércoles 5 de diciembre de 2018.
Su casa, una de las más afectadas por la explosión, debido a la proximidad con un lado de la fábrica que colapsó, hizo que perdiera puertas, ventanas, se agrietaran las paredes y algunos de sus electrodomésticos se dañaran.
La vivienda la repararon a medias. Dice que le dieron “un cállate ahí”, pues en la cocina y otros lugares de su hogar todavía se observan algunas grietas propias de la explosión. La aseguradora determinó que todos los daños tenían un valor de 88,000 pesos y eso le entregó, pero para ella lo más importante es volver a tener salud emocional y si no da tres mil pesos mensuales por sus medicamentos ésta no será posible.
“La situación que nosotros tenemos físicamente, emocionalmente no tiene precio. Yo me fui corriendo con mi nieto en la mano y decía: Dios ten misericordia de nosotros. Es lo moral, lo físico no lo que se reparó, porque uno se muere y eso se queda, es lo que uno tiene, que por el lado te pasa un motor y tú te quieres mandar corriendo porque uno se queda temeroso de las cosas”, señala Samantha Valerio, quien se presenta a sí misma como la persona que salió corriendo con su nieto de 11 días de nacido.
Los más afectados han sido los menores de la zona, algunos de los cuales, según comenta Antonio Díaz, director del Centro Educativo XII Juegos, donde asisten una gran cantidad de niños de Villas Agrícolas, aún al oír cualquier alarma o ruido fuera de lo habitual se asustan y quieren salir corriendo de las aulas.
Para poder ayudarles a superar el trauma de la explosión, comentan que además de la orientación psicológica que imparten, en las diversas actividades que realiza la escuela se canta y se leen poesías escritas por los estudiantes relativos a la explosión de Polyplas.
“En ocasiones hemos observado que cuando pasa una sirena, pasan los bomberos, se asustan, pero hemos tratado de que ellos entiendan que eso ya pasó”, asegura Díaz.
Aunque todas las casas y negocios de la calle Sagrario Díaz que sufrieron daños fueron reparadas, e incluso pintadas del mismo color, los residentes en algunas de las viviendas ubicadas en la respaldo 02 no tuvieron la misma suerte.
César Valerio, una persona de carácter fuerte, se le llenan los ojos de lágrimas al pedir ayuda para reparar el techo y toda la estructura de su casa de madera, que según comenta fue impactada con pedazos de escombros que deterioraron su techo y aún siguen en la misma condición.
Entre casas de blocks y concreto, pintada de verde sobresale la casa de Valerio por ser la única de madera y zinc y la única que no recibió ningún tipo de reparación, pues cuenta que cuando llueve se le moja la cama, su ropa y todas sus pertenencias.
“Yo quisiera que me ayuden, aunque sea que me le pongan zinc, porque yo no puedo, yo tengo 70 años de edad, ya no puedo trabajar ni me dan trabajo en ningún sitio y lo que yo quiero es una ayuda de cualquier sitio para yo dormir tranquilo”, comenta Valerio.
Incluso la cancha del Club Los Pioneros, que posee un nuevo techo, no tiene condiciones para jugar baloncesto, el espacio es utilizado como parqueo y el entorno se encuentra sucio, con basura y lodo. El seguridad, que prefiere no identificase dijo que “la van terminar”, lo que nadie sabe es cuándo.
El rumor que corre entre los vecinos es que en honor a la explosión y las personas que perdieron la vida, Polyplas permanecerá este jueves cerrada, aunque algunos lo dudan porque “si no dejaron de trabajar el día que explotó menos hoy”.
La explosión ocurrida hace un año dejó al menos ocho personas muertas y cerca de 80 heridos, sin contar los daños materiales que ocasionó el escape de gran proporción de gas natural mientras un tanquero suplía del combustible la empresa.
Fuente:LD
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