Un G7 de expectativas rebajadas pero con importantes asuntos sobre la mesa como las tensiones comerciales abrió este sábado su cumbre anual, en la que la división entre sus países miembros quedó de manifiesto pese a las buenas intenciones.
Frente a las cámaras, en la recepción oficial, todo fueron sonrisas: el presidente de Francia, Emmanuel Macron, recibió a sus homólogos de Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos, Canadá y Japón en el Faro de Biarritz, que albergó su cena informal.
El presidente se reunirá con los líderes de las naciones más prosperas del mundo. Detalles en el video.(Publicado viernes 23 de agosto de 2019)
Pero la cumbre en esa ciudad del suroeste francés no es ajena a la dificultad de acercar posturas entre los distintos aliados.
"Seguramente no consigamos todo, pero quiero que este G7 sea útil. Esta reunión es importante. Sin ella, cada uno emprendería su camino", dijo horas antes Macron en un mensaje televisado y dirigido a sus propios ciudadanos.
El presidente francés, quien puso como prioridad de la agenda los incendios de la Amazonía, acorraló a Donald Trump en el hotel del líder estadounidense con una espontánea invitación a almorzar.
Fue una especie de demostración de poder de Macron en la cumbre, que Trump esperaba utilizar para persuadir a sus aliados a apegarse a su mantra de pocos impuestos y poca regulación.
Casi todos tenían a la mano una amenaza comercial.
El presidente francés advirtió de que las tensiones comerciales "perjudican a todo el mundo" y confió en que esta reunión contribuya a la desescalada, pero declaraciones previas de algunos de sus participantes habían precisamente avivado el fuego.
Así, el presidente estadounidense, Donald Trump, reiteró antes de viajar a Biarritz su amenaza de imponer aranceles al vino francés en respuesta a la ley que tasa en Francia la facturación digital de los gigantes tecnológicos.
Pese a todo, en su primer cara a cara con Macron en una comida bilateral de trabajo, el mandatario estadounidense se mostró conciliador y aseguró que incluso el tiempo era "perfecto", mientras que el anfitrión dejó clara la necesidad de este tipo de discusiones entre "aliados y amigos".
Se trata de su primera cita bilateral antes de que el conjunto de negociaciones comience con el resto del G7 (Alemania, Reino Unido, Italia, Canadá y Japón), y sirvió para que ambos tomaran el pulso a sus respectivas posturas.
La situación en Libia, Siria, Ucrania, Corea del Norte e Irán formaron parte de su agenda.
La imprevisibilidad de Trump a golpe de tuit no fue el único elemento explosivo de la cumbre: el estreno del nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, contribuyó a polarizar las posturas en uno de los temas principales de la agenda, el "brexit".
Johnson y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk,intercambiaron críticas sobre quién pasará a la historia con la etiqueta del “Señor Brexit Sin Acuerdo”, responsable de un divorcio británico de la UE que parece estar a punto de descarrilarse.
Tusk dijo que la cumbre de tres días en la ciudad balnearia de Biarritz sería “una difícil prueba de la unidad y la solidaridad del mundo libre y sus líderes”. Para ser una reunión en donde las disputas suelen ventilarse el privado, las perspectivas de resultados parecían desalentadoras.
El debate sobre una reincorporación de Rusia al G7 tras su expulsión en 2014 por la anexión de Crimea, algo que solo respalda Trump, o el frente abierto con Brasil por su gestión de los incendios en la Amazonía, que ha provocado que la UE cuestione el pacto con Mercosur, empañan igualmente una agenda centrada en la lucha contra las desigualdades.
Sobre el papel, ese es el eje que articula las discusiones, en las que también han sido invitados en distintas sesiones los líderes de Sudáfrica, Australia, Chile, la India, Burkina Faso, Egipto, Senegal y Ruanda.
Es una manera de ampliar el impacto de las decisiones de un grupo que cuando se creó en 1975 sumaba el 70 % del Producto Interior Bruto (PIB), pero que en la actualidad ha perdido peso y no representa más del 40 %.
Conscientes de la dificultad de llegar al consenso pese a ser un foro informal y franco de diálogo, Macron ha avisado ya de que no habrá un comunicado final este lunes, sino distintas declaraciones que serán suscritas por quien lo desee.
Las expectativas reducidas no son nada nuevo para el G7, pero este año la intención parece ser únicamente la de evitar una catástrofe diplomática, rescatar lo más que se pueda y mostrar a los votantes que sus líderes tienen un papel en el escenario mundial. Una fuerza que podría unir a los líderes es la vulnerabilidad compartida por una recesión económica, sobre todo para algunos quienes, como Trump, tendrán elecciones en uno o dos años.
Todas las miradas estarán puestas en la dinámica entre Trump y Johnson, dos protagonistas que disfrutan de la imprevisibilidad que han creado. Johnson está bajo mucha presión para sacar a Gran Bretaña de la UE y muchos consideran que su relación con Estados Unidos es clave.
Merkel está por terminar su mandato. El líder canadiense Justin Trudeau busca la reelección este año en medio de un escándalo político. El mismo Macron es sumamente impopular en Francia y los manifestantes del movimiento Chalecos Amarillos que lo han asediado desde el año pasado lo siguieron hasta Biarritz.
Sólo Shinzo Abe de Japón, quien abrumadoramente ganó la reelección hace unos meses, se veía completo en casa.
Fuente:AP/EFE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario