El presidente de EEUU, Donald Trump, tendrá que asumir un enorme coste político si decide despedir al fiscal especial que investiga la trama rusa, Robert Mueller, tras conocerse que sus pesquisas han adquirido entidad suficiente como para merecer la formación de un gran jurado.
La noticia, revelada este jueves por The Wall Street Journal, ha sido interpretada el viernes en Washington como una señal clara de que la investigación rusa es más amplia y puede ser más larga de lo que a Trump y a su entorno les gustaría.
Si Mueller y su equipo no hubieran encontrado nada sustancial, no habrían tomado la decisión de formar un gran jurado, la herramienta que les permite requerir documentos, tomar juramento a los testigos y formular cargos si hay evidencia de la comisión de un delito, según coinciden expertos.
Desde el principio, el presidente ha tratado de desacreditar el trabajo de Mueller como una "caza de brujas", críticas que han ido en aumento desde que trascendió en la prensa que el fiscal también está investigando las finanzas y negocios del magnate y su familia previos a su llegada a la Casa Blanca.
Trump le advirtió enseguida de que, de ser así, estaría violando su mandato, que es investigar la presunta injerencia rusa en las elecciones del año pasado y si la campaña del magnate colaboró con el Kremlin.
Algunos observadores interpretaron estas palabras como una indicación de que el presidente podría estar buscando argumentos para apartar a Mueller de la investigación, algo que por ley tiene que hacer a través de la cadena de mando del Departamento de Justicia.
Con el fiscal general, Jeff Sessions, inhibido de la trama rusa, Trump necesitaría que el vicefiscal general, Rod Rosenstein, ejecutara el despido, algo que éste ya ha dicho que no hará si, como hasta ahora, no hay una causa justificada.
La maniobra que podría usar Trump es despedir a Sessions para nombrar a un fiscal general que sí estuviera dispuesto a apartar a Mueller, pero senadores republicanos ya le han advertido de que si da ese paso obstaculizarían la confirmación de su designado para liderar el Departamento.
Las especulaciones sobre un posible despido de Mueller evocan la "masacre del sábado noche", cuando el presidente republicano Richard Nixon (1969-1974) ordenó el despido del fiscal especial que investigaba el escándalo del Watergate, Archibald Cox.
El entonces fiscal general, Elliot Richardson, se negó a ejecutar su orden y dimitió, igual que el vicefiscal, William Ruckelshaus, de manera que fue el tercero en la línea de mando del Departamento, Robert Bork, quien despidió a Cox.
Que el temor de que Trump sea capaz de forzar el despido a Mueller es real lo evidencian los dos proyectos de ley bipartidistas presentados esta semana en el Senado para evitar que pueda apartar al fiscal sin motivo justificado.
La medida de los senadores Thom Tillis (republicano) y Chris Coons (demócrata) permitiría el despido de Mueller según la regulación actual, pero este podría impugnar la decisión ante un panel de tres jueces federales.
Ese panel tendría dos semanas para revisar el caso y determinar si el despido es aceptable.
La iniciativa de los senadores Lindsey O. Graham (republicano) y Cory Booker (demócrata) propone que ese panel de jueces federales revise la decisión del despido antes de que este tenga efecto.
Los cuatro senadores esperan poder combinar sus dos propuestas en una sola y lograr los apoyos suficientes para sacarla adelante cuando regresen del receso estival de la Cámara alta.
En lo que todos los analistas coinciden, tras la noticia sobre el gran jurado en Washington, es que ahora el precio político de forzar el despido de Mueller sería aún más alto.
Antes del nombramiento de Mueller en mayo, los fiscales federales ya estaban utilizando otro gran jurado de Alexandria (Virginia) para apoyar una investigación contra Michael Flynn, exasesor de seguridad de Trump, por sus supuestos contactos con Moscú.
Por eso, muchos observadores apuntan a que Mueller no habría decidido formar otro en Washington si no es que las pesquisas son amplias y van más allá de Flynn.
Aunque el gran jurado trabaja en secreto, las personas que reciben citaciones o requerimientos de entregar documentos sí pueden informar de ello a la prensa, por lo que se espera que vayan saliendo a la luz filtraciones sobre la investigación regularmente.
Así, la formación del gran jurado en Washington es otra mala noticia para Trump, que hoy dejó la capital para pasar 17 días de descanso en su club de golf de Bedminster (Nueva Jersey) con la sombra de la trama rusa más presente que nunca sobre su Gobierno.
Fuente:EFE
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