Hillary Clinton y Donald Trump tendrán la noche de este lunes 26 de septiembre, el primero de tres debates programados de cara a la elección presidencial.
La primera reunión cara a cara entre Hillary Clinton y Donald Trump en la presente campaña por la Presidencia de Estados Unidos podría ser, al menos en términos de audiencia televisiva, la madre de todos los debates. Se espera que sea un momento singular considerando la tensión y la confrontación que se han registrado en la contienda y el fuerte grado de rechazo que ambas candidaturas suscitan entre amplios grupos de estadounidenses.
En una contienda tan atípica y cáustica como la de 2016 resulta difícil prever lo que sucederá en este primer debate, de los tres programados de aquí a la elección del 8 de noviembre, y mucho se ha especulado sobre la manera en que Clinton y Trump se han preparado y podrían conducirse en el encuentro que durante 90 minutos sostendrán este lunes 26 de septiembre, a las 9 pm hora del Este.
Por ejemplo, según The New York Times, mientras que Trump ha visto videos y análisis de momentos difíciles de Clinton en sus pasados debates pero ha evitado las sesiones de preparación usuales para los candidatos, la candidata demócrata se habría preparado exhaustivamente para su confrontación con el magnate. Incluso, se afirma, ha probado varias líneas de acción para hacerlo perder el balance o mostrar un temperamento impropio.
Preparativos antes del debate de esta noche.
Un detalle importante, como señala Politico, es que si bien es previsible que Clinton supere a Trump en la presentación de argumentos sustanciales, y aún está por verse qué tanta capacidad argumentativa más allá de sus tópicos y ataques personales puede mostrar el magnate fuera del ‘script’ del teleprompter al que ha comenzado a recurrir desde hace poco, Trump tendría la ventaja de que se espera poco de él en materia de ideas y le basta con mostrarse como una opción presentable y propositiva, aunque no vaya al fondo del asunto. Puede nadar de muertito e incluso con ello mantener el paso actual (creciente en su favor en las encuestas).
Eso no quiere decir que Trump vaya a actuar de modo pasivo o indiferente, y es de suponer que atacará a Clinton en algunas de las líneas usuales: el escándalo de su servidor personal de email, su desempeño como secretaria de Estado ante el auge del terrorismo islámico o sus posibles conflictos de interés con la Fundación Clinton. La gran pregunta es si Trump recurrirá, como en los debates en la primaria republicana, a ataques personales, a epítetos ofensivos, a afirmaciones estrambóticas, al juego de la reacción poco predecible para tomar a su contrincante fuera de balance y exhibirlo como un “perdedor”.
Fue una fórmula que le fue útil en encuentros de múltiples participantes en los que buena parte del tiempo, incluso, otros estaban en el foco de la discusión. Su efectividad en un choque uno a uno de larga duración es una de las grandes interrogantes. E incluso se ha planteado que, justamente, las mejores posibilidades de Trump para salir avante en el debate son apartarse tanto de discusiones de fondo como de choques viscerales, no dejarse llevar en las aguas de Clinton sino mantener su propio paso a toda costa, reaccionando de modo oportuno ante un traspié o muestra de debilidad de la candidata.
Pero más allá de que él sea capaz de hacerlo o esté dispuesto a ello (podría caer presa del narcisismo de suponer que puede con todo), en cierto modo, como en un torneo de futbol, le bastaría el empate para calificar y mantener su tendencia al alza.
Fuente: Jesús del Toro
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