En el debate sobre el control de armas en Estados Unidos, además del relacionado a los necesarios controles a su venta, posesión y uso legal, un tema candente es el de los arsenales que, clandestinamente, circulan en el mercado negro o son usados por criminales para cometer sus crímenes.
Muchas de esas armas han sido antes robadas a particulares o comerciantes legales y constituyen una fuerte amenaza para el país y, también, para otras naciones (gran parte del armamento del crimen organizado en México, por ejemplo, es obtenido en Estados Unidos y luego traficado del otro lado de la frontera).
Así, conocer la cantidad de armas que se “pierden” o son robadas en Estados Unidos, sobre todo a comerciantes legales de armas, que tienen importantes inventarios, es crucial para la seguridad interna y externa. Pero los datos disponibles al respecto dejan, con frecuencia, más dudas que respuestas.
El es caso, como relató el portal The Trace, del resultado de investigaciones de la Agencia Federal de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) realizadas en Arkansas entre vendedores legales de armas.
En ese estado, los reportes de armas extraviadas o robadas entre comerciantes de armas con licencia federal, tuvieron un salto brutal: de 317 en 2014 a 2,951 en 2015. Pero eso no fue el resultado de una oleada de atracadores saqueando arsenales por todo Arkansas, sino que el 98% de todas las armas reportadas como perdidas o robadas correspondió a un solo comerciante, cuyo nombre las autoridades no han identificado.
¿Pero qué fue lo que pasó allí? ¿Hay indicios de mano negra? No está claro por lo que se ha revelado, e incluso cabe la posibilidad de que los cientos y cientos de armas que no están presentes en el inventario de ese comerciante, y de las que tampoco hay registro de su venta, en realidad no hayan sido robadas ni estén perdidas, sino que su falta sea el resultado de una pobre documentación de parte de ese dealer, que no llevó los papeles en regla en esa venta por razones inexplicadas y quizá oscuras. Con todo, a falta de documentos esas armas (y las robadas o perdidas) deben ser reportadas como faltantes. Por ley eso debe hacerse dentro de 48 horas de su pérdida o robo.
El problema, en realidad, es que es difícil saber realmente cuántas armas desaparecen de los inventarios de comerciantes legales, y van a parar a manos de quién sabe quién o para qué usos, pues como indica The Trace las autoridades de la ATF solo tienen capacidad para auditar a un 7% de los cerca de 140,000 vendedores de armas con licencia federal que hay en el país. Así, si en uno o muchos de ellos se dan irregularidades y armas dejan de estar donde deben es complicado identificarlo y perseguirlo.
En 2015, 14,800 armas fueron reportadas como robadas o perdidas por ese sector. Pero la cantidad total es en cierto modo una incógnita, y está sujeta en muchas ocasiones a sacudidas extrañas, como la de Arkansas que muchas veces no son realmente identificadas sino hasta que la ATF practica auditorías a ciertos comerciantes. Y a todo ello habría que añadir las que son robadas o se pierden entre particulares y de las que es aún más difícil seguir la pista.
Lo más estremecedor detrás de esos números es que el destino de esas armas puede, con grave frecuencia, ser el crimen organizado u otros grupos violentos. Son materia propicia para un inmenso mercado negro de armas del que se abastecen delincuentes y traficantes.
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