Andrés Estrella: Una muerte llena de dudas
Por Marino Báez
«Pero un amigo es un amigo hasta tanto se pruebe lo contrario, si la cosa marcha bien hay poco que temer, no se consigue un amigo a diario”. Fragmento de la canción Murmullo del cantautor cubano, Amaury Pérez.
No recordamos exactamente cuándo conocimos al ocurrente Andrés Estrella Núñez; es probable que haya sido en los primeros años de la década de los ochentas. Sí recordamos que fue en el marco de alguna acción reivindicativa de las que él solía emprender para aquella época y siempre, ya como ciudadano, ya como comunicador social.
Andrés se nos reveló como una de esas personas, escasa, por cierto, que han tomado partido con la alegría del ser humano, por la jocosidad y antes que hacer cosas que hiciera fruncir el ceño siempre prefirió proferir o hacer algo para ejercitar al grupo donde militábamos sus cófrades en el remedio universal.
Nadie puede negar a menos que no esté poseído por el egoísmo o la envidia, que Andrés fue un tipo progresista y solidario.
Se convirtió en un emprendedor nato, pero muchas de sus cualidades más hermosas y logros auténtico hay sectores que se los niegan por ruindad.
Estrella siempre fue coherente con su filiación política y nada ni nadie le hizo cambiar su devoción por los preceptos ideológicos del doctor Joaquín Balaguer.
Su vocación natural fue hacia la comunicación social y el introito (entrada o principio) a esta fue la locución; la cual ejerció con mucha responsabilidad y arrojo, aunque finalmente el grado profesional que alcanzó fue el de licenciado en derecho.
Quienes niegan los méritos de Andrés Estrella; y a la vez, los cuestionan, en su mayoría, aunque no en su totalidad, son personas que carecen de su intrepidez, su gallardía y su energía para ejercer una carrera que amerita tanto de prudencia como de diligencias.
Andrés Estrella trilló un luengo (largo) camino en el campo de la comunicación social, estando siempre del lado de los intereses más sanos y nobles de la sociedad de Bonao con un estilo aguerrido de abordar la noticia, la crónica y verter sus reflexiones sobre los hechos analizados desde una óptica desafiante y audaz. Fue frontal en la denuncia periodística, aunque tal vez fue el motivo de su trágica muerte.
Nadie puede endilgarnos ningún defecto por verter verdades con responsabilidad y diafanidad porque, así como respetamos a las personas que tienen un concepto determinado sobre el «fallecido”, sin esclarecimiento de la justicia, Andrés Estrella Núñez, también fueron admiradores de la bandera bizarra que este blandió.
Una vez concluido hecha la parada como estudiante de periodismo, Estrella Núñez se nos reveló como profesional de las leyes, destacando su ejercicio en el área procesal penal, con oficina ubicada a escasos metros del edificio que alberga a la Dirección Regional Cibao Sur de Bonao (Policía Nacional), dando a entender con claridad y precisión cuál área del derecho iba a explotar por lo que en poco tiempo aprendió a manejar la práctica del derecho procesal penal, además de manejar los estrados, redacción jurídica y “competencias extrañas a la cátedra”.
SUS TRAPEROS ADVERSARIOS
Andrés tuvo muchos tipos de adversarios, algunos de identidades conocidas colectivamente; otros que le fingían su amistad, pero en el fondo y de manera solapada le adversaban bestialmente; aquellos que decían ser sus amigos, pero maniobraban para que la existencia de ese vínculo no llegara al foro. Los hubo, además, de aquellos que se agazapan a la hora de las dificultades y los más comunes, aquellos que rechazan a las personas esgrimiendo falsos valores éticos, los que pregonan, pero que no asumen en su estilo de vida. Todos eran muy peligrosos.
En el caso que nos confiere, primero fuimos colegas de la comunicación social y en segundo término lo conocimos a fondo en el marco de su ejercicio como procesalista penal. Estrella era partidario siempre de las soluciones alterna de conflictos; un verdadero abogado pragmático.
Tanto en el marco del ejercicio del derecho de Andrés Estrella como en un proyecto de comunicación que sectores adversos procuraron acallar su voz y su gallardía en la denuncia, tuvimos la gloria de conocer algunos de sus hijos, a quienes recordamos por ser muy educados y muy respetuoso. Andrés mismo les dijo que nos llamaran Tíos y ellos así siempre lo hicieron. los veíamos y nos despertaban afecto y cariño, porque eran hijos de una persona a la cual apreciamos y admiramos.
DUDAS SOBRE EL SUICIDIO
Sobre las circunstancias de su muerte y los resultados de la investigación presentada por el ministerio público, nada proveniente de ese órgano nos ofrece credibilidad y respeto, mucho menos ahora, tras saber que la cabeza visible de este ministerio público, sobre todo, durante el período en que se desarrollaron las principales diligencias del referido caso permanece en prisión preventiva en la cárcel de Najayo.
En relación con este sazonado caso, el cual agregamos a los centenares de asesinatos sin esclarecerse que están engabetados en los archivos del Palacio de Justicia de Monseñor Nouel, hay que destacar además, que el funcionario policial objeto de una fuerte denuncia de depredación de recursos naturales ha sido suspendido de las filas policiales. Por su proclividad al hurto de la confianza del pueblo, preferimos no señalar los nombres de los supuestos involucrados en esta trama burda que terminó a destiempo con la vida de Andrés Estrella.
El único factor que podría mínimamente darle algo de soporte a esos resultados técnicos forenses de una institución desacreditada hasta la saciedad en la República Dominicana como lo es, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), hubiese sido la prueba inequívoca de que el jurista atravesaba por el periodo de autentica depresión. ¿Dónde está la prueba de eso? Es evidente que se trata de una burda conjetura. Y es que, cuando las investigaciones están en manos de instituciones cómplices, desgradada moralmente y en las cuales se anidaban adversarios del comunicador, ¿Cuál informe de pericia puede ser fiable?
Aun fuera verdad todo el cuadro montado en torno al deceso de Andrés Estrella, los sujetos involucrados en la investigación carecen de las fuerzas morales, esas de las que hablaba José Ingenieros, para presentar un informe del cual la población pueda decir, a puño cerrado: ¡Esa es la verdad!
Pero la verdad es otra, y amarga; se trata de que la Policía Nacional de Bonao, algunos personeros de la Procuraduría Fiscal del Distrito Judicial de Monseñor Nouel y el mal llamado Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), inscritos en un esquema de descrédito, incompetencia y venalidad. Esto es un grito público.
La duda se acentúa más cuando es costumbre en la burocracia dominicana, poco dada a la auténtica vocación de servicio, endilgarle escasez de conocimiento al pueblo dominicano y es lo contrario, el colectivo criollo es sabio y “conoce al cojo sentado y al ciego durmiendo”. O sea, sabe cuando le están “enredando la cabulla”; “mareándolo” con sandeces.
Instituciones como la Policía Nacional de Bonao, el ministerio público, y el mal llamado Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), han hecho que la República Dominicana sea un país donde la fantasía muchas veces convence más que la realidad. Donde la realidad parece fantasía y viceversa. Donde el discurso es más importante que la realidad de fondo y la nota de prensa no es más que un acto de justificación ante la sociedad y el país.
Es posible que lo que conviniera en el momento era aparentar que se trataba de un suicidio; el cual, en el caso de Andrés Estrella es improbable, porque, en nuestro caso, tiene el mismo Andrés Estrella redivivo que aparecer y decirnos, que es verdad, que él se suicidó y, aun así, nos albergaría la duda.
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