Sao Paulo.- Este viernes el titular de Justicia y ministro más popular de Brasil, Sérgio Moro digiere un duro revés después de ver este viernes en libertad al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), a quien había mandado a prisión en 2018 por corrupción en un episodio que conmocionó al país.
Moro, de 47 años, se había granjeado su fama de juez implacable desde que tomó el mando de los juicios de la operación "Lava Jato", que puso entre rejas a centenas de grandes empresarios y políticos, entre ellos Lula, uno de los jefes de Estado más carismáticos de Brasil.
Sin embargo, el Supremo de Brasil, la máxima instancia judicial del país, revocó este jueves la jurisprudencia de 2016, que autorizaba la ejecución de una pena después de que se confirmara en segunda instancia y que permitió que el líder progresista terminara en prisión.
"La decisión del Supremo debe ser respetada", sostuvo Moro en un comunicado emitido horas antes de que Lula dejase las dependencias de la Policía Federal de la ciudad de Curitiba en las que estuvo preso los últimos 580 días.
Pero el que fuera juez estrella de Brasil no se resignó a que las penas de cárcel se cumplan solo cuando se agoten todos los recursos.
"De todas formas, el Congreso puede modificar la Constitución o alterar la ley para permitir de nuevo la ejecución de pena de cárcel en segunda instancia", adujo.
El encarcelamiento de Lula por una sentencia de Moro, que condenaba en primera instancia al expresidente a 9 años y seis meses por corrupción pasiva y lavado de dinero por beneficios recibidos por una constructora, impulsó la carrera política del entonces juez. La pena fue reducida posteriormente a 8 años y 10 meses.
Una vez vencida la cita electoral de octubre de 2018, el ultraderechista Jair Bolsonaro le propuso el cargo de ministro de Justicia. Moro aceptó y abdicó de su carrera en la judicatura, al menos de momento.
En su primer discurso en libertad, el propio Lula, que responderá en libertad a nueve procesos en los que está implicado, se acordó del juez que le dejó entre rejas.
"Si tomamos a Dallagnol (otros de los jueces que lo procesó), Moro y otros inspectores y los metes dentro de un exprimidor, lo que sobra de ellos no es ni 10 % de la honestidad que yo represento en este país".
IMPARCIALIDAD CUESTIONADA
La salida de la cárcel de Lula no es el primer revés que sufre el ministro más popular de Brasil, quien supera en niveles de aceptación al propio Bolsonaro.
Unas filtraciones publicadas por la web de investigación The Intercept, del estadounidense Glenn Greenwald, pusieron en tela juicio la imparcialidad de Moro.
Los mensajes capturados del aplicativo Telegram insinúan que el entonces juez podría haber extralimitado sus competencias al orientar la investigación contra el expresidente. Los abogados de Lula han pedido la nulidad de las dos condenas firmes contra el político.
Moro también ha visto su peso político menguar a medida que la legislatura avanzaba. En menos de un año como ministro, su proyecto estrella, un plan contra la criminalidad, ha quedado en compás de espera ante la reticencia de muchos parlamentarios.
Bolsonaro, que hizo de la anticorrupción uno de los principales tema de su campaña victoriosa, tampoco ha mostrado interés por acelerar ese proyecto que genera tantas suspicacias en la clase política.
REVÉS EN SU PROPIA CASA
La excarcelación del que fuera el jefe de Estado más popular de las últimas décadas en Brasil tuvo una gran dosis de simbolismo. Se produjo en Curitiba, donde Moro cimentó su carrera como juez y desde donde pilotó toda la operación "Lava Jato", la mayor investigación contra la corrupción en la historia del país.
En esta tranquila ciudad del sur de Brasil, Lula pasó entre barrotes 1 año y 7 meses hasta este viernes, cuando Moro vio salir entre vítores al preso más ilustre de la operación que le catapultó a la fama.
Fuente:EFE
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