Donald Trump no solo quiere alzar un muro a lo largo de la frontera con México, de gran altura, fuerte diseño y materiales diversos (como se expresó en los variados prototipos expuestos hace tiempo en la zona de San Diego).
También quiere que esa pared, que al parecer podría ser metálica, esté pintada de negro, de modo que su metal absorba la ingente radiación solar de la región fronteriza y por ello esté constantemente caliente. Y, para añadir una dificultad adicional a quienes intenten saltarla, el presidente desea que la punta de esas barreras sea afilada como una lanza para que ello sea un freno más, por la posibilidad de causar graves heridas, para quien pretenda cruzarla irregularmente.
De acuerdo a The Washington Post, eso y otros punzantes detalles estarían en el interés de Trump. Por ejemplo, se dice que el presidente considera que los planos actuales del proyecto de muro incluyen demasiadas puertas, para permitir el cruce de personas y vehículos, y desearía que además de menor cantidad esas aperturas sean más pequeñas.
El presidente Donald Trump al inspecionar prototipos de muro fronterizo en San Diego, junto a la frontera de EEUU y México. (AP Photo/Evan Vucci)Más
La actitud de Trump al respecto revelaría el grado de su obsesión con su plan de muro fronterizo, que ciertamente fue una de sus promesas de campaña fundacionales, y se afirma que él en persona estaría supervisando a detalle y periódicamente su progreso. Como el Congreso no le autorizó los fondos que él deseaba, ordenó (en lo que ha resultado muy controversial) la reasignación de fondos del Pentágono al muro, pero su participación en el proyecto, que ha crispado políticamente al país y tiene una justificación equívoca, ha ido mucho más allá de lo político y, al parecer, él estaría tan implicado en los detalles que ha creado confusión en los ingenieros y asistentes participantes.
Algo que, curiosamente, le resulta más fácil y posible por la discrecionalidad que le da el hecho de que los fondos para avanzar ese proyecto provengan de reasignaciones de Defensa y por ende, comenta el Post, no tienen el mismo nivel de escrutinio que partidas aprobadas por el Congreso.
Uno puede imaginar que Trump, dedicado toda su carrera al desarrollo inmobiliario, quizá aborda el diseño y la construcción de su muro como quien decide la fachada de un hotel o la estructura de un campo de golf. Pero la noción de que el muro sea de un metal caliente por el sol y de puntas afiladas, es decir para producir daño y lesiones a quienes se topen con él, tiene aristas un tanto macabras.
Las personas que, en caso de que ese muro llegase a ser alzado, enfrentarían su rigor no son en realidad los ominosos extranjeros que Trump señala como “invasores” –traficantes de drogas, armas y personas, pandilleros y ‘bad hombres’– sino migrantes que huyen de la violencia y la miseria en sus lugares de origen, muchos de ellos familias y menores de edad que buscan asilo. Los narcotraficantes y delincuentes reales, como se ha constatado reiteradamente, cuentan con muchas vías e ingenios para evadir barreras.
Con todo, y en el entendido de que incluso si el muro pudiese ser financiado y construido de acuerdo al deseo de Trump, tal cosa demorará simplemente por la magnitud del proyecto. Pero parece claro que la insistencia de Trump en los detalles y su afán por pintar el muro como una barrera ruda y poderosa tiene, como otras de sus iniciativas, un trasfondo electoralista.
La imagen de ese muro agreste sería parte de la iconografía de campaña que él podría mostrar para probar que ha cumplido sus promesas anteriores, de cara sobre todo a su base militante de derecha radical, y para proyectar una nueva noción de poder en contraste con la estigmatización que él hace de los migrantes y con los calificativos de debilidad, fronteras abiertas y caos que busca aplicarle a sus rivales demócratas.
Algunos de los prototipos de muro fronterizo que Donald Trump inspeccionó en San Diego. Él al parecer desea un muro más alto, metálico, negro, caliente y de punta filosa. (AP Photo/Evan Vucci)Más
En todo caso, Trump estaría impaciente por que la construcción avance, se lamenta que en realidad todo ello se da a un paso muy lento e incluso, se relata en la prensa, quiere que el muro sea aún más alto y habría preguntado qué hacer para que nadie pueda perforarlo, saltarlo o cavar bajo de él.
El muro es una obsesión para Trump y el tiempo e interés dedicado a ello, que podría ser mejor aprovechado en otros temas en el contexto de la agenda presidencial, lo muestra con claridad. Pero por su historial parece evidente que impulsar los asuntos que lo proyectan personalmente y construyen su imagen le resultaría a Trump más importante que muchos asuntos de políticas públicas de gran relevancia nacional pero menor lucimiento para él.
Y dado que se lo juega todo en su campaña de reelección, Trump en ese y otros temas está afianzando su imagen y su mensaje electoral, primero para mostrar que él cumple y tiene empuje y segundo para resaltar todo lo que hará si es reelecto. Todo ello tiene en parte la ilusión de la propaganda, aunque también un severo aterrizaje en la realidad pues todas esas políticas, planes y acciones, a las que hay que sumar, por ejemplo, sus tensiones con China e Irán, su plan migratorio restrictivo, su desdén hacia la protección medioambiental o sus actitudes autoritarias y polarizantes, causan severas divisiones y desasosiego en el país y, a fin de cuentas, van a contracorriente de la opinión y el sentir de las mayorías en general y de muchos grupos minoritarios.
Fuente:Yahoonoticias
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