Washington.- Estados Unidos y China se trabaron en un forcejeo comercial que por el momento aún no llego a un conflicto abierto, ya que las medidas adoptadas por las dos potencias son hasta el momento limitadas.
El lunes China anunció medidas de represalia contra 128 productos estadounidenses, en respuesta a la decisión del gobierno de Donald Trump a inicios de este mes de imponer aranceles de 25% a las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio.
Washington excluyó temporariamente a un grupo de países de esas tarifas, una medida que benefició a Argentina, Brasil y México, además de los miembros de la Unión Europea, Canadá y Australia, pero que dejó fuera a China.
Sin embargo, China tiene un peso casi marginal en las importaciones de acero por parte de Estados Unidos, donde el gigante asiático representa menos de 3% del mercado.
En su respuesta, China se concentró en medidas de represalia contra la carne de cerdo proveniente de Estados Unidos, y por el momento ha dejado a salvo productos estratégicos como la soja, en el segmento agrícola, o los aviones de Boeing, en el sector industrial.
“Simbólico”
En la opinión de Edward Alden, experto en Comercio Internacional para el Consejo de Relaciones Exteriores, las medidas anunciadas “envían un mensaje claro de que China responderá rápidamente a cualquier acción comercial estadounidense”.
Imponer tarifas a las frutas, la carne de cerdo o el vino estadounidense “es simbólico. (Los chinos) no han tomado medidas contra el sorgo o la soja”, apuntó Monica de Bolle, especialista del Instituto Peterson sobre Economía Internacional.
Así, esta reacción debe ser vista estrictamente como la respuesta a las tarifas al acero y el aluminio, y no a las amenazas de represalias por hasta 60.000 millones de dólares a las importaciones provenientes de China que Trump anunció el 23 de marzo y que debería anunciar esta semana.
De acuerdo con la Casa Blanca, esas multimillonarias represalias obedecerían al robo de propiedad intelectual estadounidense por parte de Pekín.
Alden, en cambio, apuntó que la respuesta de China es “significativa” porque es el primer país a responder a Washington.
“Esto muestra que los chinos van a contragolpear” si hay nuevas medidas estadounidenses, señaló.
Continuidad del diálogo
Por el momento, la Unión Europea dejó en suspenso sus amenazas de represalias a Estados Unidos, al tiempo que Corea del Sur prefirió la vía de negociación directa de un acuerdo comercial con Washington.
Para Alden, “Estados Unidos constituye el mayor mercado del mundo, y Trump considera que los otros países deben hacer concesiones para preservar el acceso a ese mercado”.
De Bolle, por su parte, apuntó que “China no es Corea del Sur”, y el gigante dispone de alternativas para importar carne de cerdo (como Brasil o Argentina) y también para abastecerse de productos agrícolas.
En resumen, dijo De Bolle, “China puede causar mucho más daños a Estados Unidos, que al contrario”.
Trump, en tanto, insiste en acusar al gobierno chino de imponer prácticas comerciales desleales, y afirma que empresas estadounidenses son forzadas a repasar patentes y propiedad intelectual a los chinos para poder operar en ese mercado.
Para De Bolle, “estamos cerca de una guerra comercial, pero eso no quiere decir que habrá una guerra comercial”. De acuerdo con la experta, los dos países mantendrán sus conversaciones comerciales a pesar de la agresiva retórica utilizada.
Además, en el plano interno ya se torna evidente la presión sobre el gobierno ante un alza ya sensible en los precios del acero y del aluminio, a pesar del declarado optimismo del Secretario estadounidense de Comercio, Wilbur Ross.
por Delphine TOUITOU
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