lunes, 25 de diciembre de 2017

La Nochebuena de 1929 se produjo un incendio en la Casa Blanca

Los últimos dos meses de 1929 representó para la gran mayoría de estadounidenses ser de los peores de sus vidas. El desplome bursátil del jueves 24 de octubre (habitualmente nombrado como ‘Jueves Negro’ del ‘Crack del 29’) dio origen a una de las mayores crisis económicas que hasta entonces había conocido el país (‘la Gran Depresión’).

Millones de ciudadanos habían perdido sus empleos e incalculable era el número de empresarios que habían quebrado sus negocios y se encontraban en la más absoluta de las ruinas.

Para muchísimas familias aquellas Navidades iban a ser, muy posiblemente, las más tristes de sus vidas, debido a que no disponían de dinero para poder celebrarlas. De hecho, se habían puesto en marcha algunos programas de ayuda para que los más desfavorecidos pudieran alimentarse en comedores sociales, siendo uno de los más activos el que abrió en la ciudad de Chicago el mismísimo Al Capone, donde se atendió a miles de ciudadanos sin recursos.

Desde las instituciones políticas del país también se quiso dar una imagen de normalidad y se celebraron actos para que el espíritu navideño de los estadounidenses no decayera, de ahí que, a pesar de la nefasta gestión económica del presidente Herbert Hoover (quien llevaba en el cargo desde el 4 de marzo de aquel mismo año), desde la Casa Blanca siguiera realizándose los tradicionales actos de cara a la Navidad.

Una de ellas era una tradicional fiesta que la tarde del 24 de diciembre, a pocas horas de la Nochebuena, se celebraba en una de las salas de la residencia presidencial y en la que los invitados especiales eran los hijos de todos los funcionarios de la Casa Blanca y de un buen puñado de amigos personales del presidente Hoover y su esposa.

Alrededor de las ocho de la noche, cuando la fiesta estaba en pleno apogeo (con una banda de marines tocando para amenizar la celebración), Herbert Hoover fue avisado de un ‘pequeño incendio’ en la Ala Oeste del edificio por el jefe de servicio de mayordomos de la Casa Blanca, Irwin Hood Hoover (quien llevaba en el cargo desde hacía dos décadas y a pesar de coincidir con el apellido no tenía relación familiar con el presidente).

Sin armar ningún revuelo y no asustar a los pequeños (que no se enteraron de lo sucedido), el presidente Hoover se dirigió hacia la zona que se encontraba en llamas y una vez allí se puso codo con codo con el resto de trabajadores (y su propio hijo Allan) a sacar todo lo que podían de los despachos del Ala Oeste.
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La butaca presidencial del despacho oval, retratos, la bandera y, sobre todo, archivadores conteniendo valiosísimos e históricos documentos fueron sacados de allí antes de que las llamas alcanzaran aquella zona.

Mientras tanto en el ático del edificio las llamas estaban quemando parte de la Historia del país y a pesar de la rápida respuesta de los bomberos (se presentó una dotación de 130 hombres y cuatro camiones provistos de 19 bombas de agua) no pudieron salvar gran parte de la documentación que se encontraba almacenara (cerca de doscientos mil documentos, algunos de muchísimo valor, fueron destruidos por las llamas).

También se produjeron importantes desperfectos en el edificio (en el Ala Oeste) ya no solo por el fuego sino por varios agujeros que los propios bomberos hicieron en el tejado de la Casa Blanca para que pudiera salir el humo, además de meter por ahí mangueras y la entrada de agua que sofocase el incendio.

Mientras tanto, en el lado opuesto del edificio la fiesta infantil seguía con normalidad y bajo la supervisión de la Primera Dama (que estaba al tanto del incendio) y que ayudó a que los pequeños estuvieran entretenidos e ignorantes del accidente. A las diez de la noche se dio por terminada la celebración y los niños se marcharon de allí sin ser conscientes de lo que había ocurrido.

Tras varias horas el incendio fue finalmente apagado por totalidad. Afortunadamente no hubo que lamentar ninguna pérdida humana (sí alguna intoxicación por humo de algunas de las personas que colaboraban en pagar el fuego y que fueron atendidas en el hospital) pero sí de valiosos documentos y enceres.

El peritaje posterior determinó que se había producido a causa de un cortocircuito fortuito en el ático.

Las obras de remodelación duraron cuatro meses y como nota curiosa cabe destacar que la Casa Blanca no disponía de ninguna póliza de seguros, por lo que se tuvo que destinar una partida presupuestaria especial desde el Congreso para cubrir todos los gastos ocasionados por la reforma.
Fuente:Externa

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