Entre los muchos disturbios que ocurren en la naturaleza, algunos de los más relevantes, por su frecuencia, su impredecibilidad y su poder devastador, son las erupciones volcánicas. En 2011 el volcán Puyehue, que forma parte de un complejo volcánico ubicado en la región chilena de Los Ríos, en la cordillera de Los Andes, entró en erupción. Durante dos días arrojó a la atmósfera enormes cantidades de ceniza que cayeron directamente sobre pueblos y ciudades cercanas al volcán, tanto en Chile como en Argentina, causando un fuerte impacto en las poblaciones y en el paisaje.
Desde el punto de vista científico, la erupción del volcán Puyehue ofreció una oportunidad única para estudiar sus efectos sobre los ecosistemas afectados. Amy Austin, profesora asociada de la cátedra de Ecología de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) e investigadora del Conicet, dirigió dos trabajos que arrojaron luz sobre un tema muy poco conocido: el impacto de una erupción volcánica sobre la fauna del suelo y los procesos ecosistémicos.
Allí se evaluó cómo afecto la ceniza volcánica a los microorganismos y, en especial, a algunos de los servicios que brindan, como la descomposición de la materia orgánica. Contra todos los pronósticos, las cenizas habrían producido un efecto benéfico sobre el ecosistema.
Estas investigaciones fueron realizadas por Paula Berenstecher y Daniela Gangi y fueron publicadas en la revista británica Functional Ecology. Estos estudios permiten empezar a conocer algunas respuestas frente a grandes disturbios naturales y qué diferencia se observa entre la respuesta de los ecosistemas naturales y aquellos modificados por el ser humano.
La mayoría de los estudios realizados en torno a erupciones volcánicas se refieren a sus efectos sobre la vegetación y la fauna de las zonas afectadas, los cuales suelen ser, en efecto, dramáticos. Sin embargo, la fauna del suelo, comprendida por microorganismos, artrópodos epígeos (aquellos que habitan en la superficie del suelo), como insectos, arácnidos, miriápodos y crustáceos, no ha sido muy estudiada en relación a los disturbios naturales. Según Austin, quien también es investigadora del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA), "los organismos del suelo tienen una función crítica en los ecosistemas debido a su rol en los procesos de descomposición de materia orgánica y en el ciclado de nutrientes. Nosotros en general subestimamos su importancia en términos del rol que juegan y por eso hay mucha menos información sobre cómo ellos reaccionan y responden a este tipo de disturbios".
Uno de los factores más interesantes de las investigaciones realizadas sobre los organismos del suelo en el contexto de la erupción del volcán Puyehue es que se contó con información sobre las variables estudiadas en instancias previas y también posteriores a la erupción. Este hecho afortunado, totalmente azaroso, permitió realizar una comparación entre ambos momentos y así se pudo evaluar con mayor precisión el impacto de la deposición de cenizas en los dos sistemas estudiados. Se estudiaron una parcela de vegetación natural y una parcela sembrada con una especie exótica (Pinus ponderosa), ambas localizadas en la Villa del Lago Meliquina, provincia de Neuquén.
Gangi se sorprendió con el resultado de sus trabajos, al ver que la cantidad total de artrópodos presentes en el suelo no solamente no habían reducido, sino que habían aumentado, tras la erupción del volcán.
En su trabajo de intensificación, Gangi realizó una evaluación sobre el impacto de la erupción volcánica en relación a la cantidad y la variedad de los artrópodos del suelo. Tanto ella como Austin y Adelia González Arzac, la codirectora del trabajo, especularon con la idea de que la fauna del suelo se vería afectada negativamente por las cenizas volcánicas. Esta hipótesis se formuló en base al hecho de que la ceniza presenta componentes tóxicos para los insectos que les producen daños estructurales y les impiden realizar funciones vitales como la digestión, la retención de agua, la movilidad, entre otros. "Hay evidencia de que la ceniza funciona como un compuesto muy abrasivo, que se mete en los exoesqueletos de los artrópodos y los mata. Incluso la gente lo usa como insecticida. Había evidencia de que las cenizas iban a ser un problema y el resultado fue que no", dijo Austin.
Fuente:www.neomundo.com.ar
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