Donald Trump es el candidato presidencial del Partido Republicano pero el grado de apoyo que el magnate ha recibido de parte de líderes y militantes de esa formación es desigual. Muchos que tradicionalmente apoyan al abanderado republicano en la contienda por la Presidencia en esta ocasión están dudosos, han preferido pasar o, incluso, se han volcado al lado demócrata, con todo y el escozor que Hillary Clinton produce en el bando conservador.
Un grupo singular en el que se aprecia esa división es, como relata The Texas Tribune, el de los estudiantes universitarios de signo republicano. Usualmente, esos alumnos de ideología conservadora, habitantes de un estado que vota mayoritariamente por el Partido Republicano, son no solo simpatizantes de su candidato sino entusiastas voluntarios en las actividades proselitistas para convencer votantes.
Donald Trump tiene en los sondeos una ventaja mayoritaria en Texas, aunque allí grupos de universitarios republicanos lo apoyan y otros no. (Getty Images)
Pero en 2016 varios influyentes grupos de alumnos republicanos han decidido no darle su apoyo a Trump, como es el caso, por ejemplo, de los capítulos de las universidades Rice y de Houston de la organización College Republican. The Texas Tribune añade que, además, el capítulo de esa organización de la Universidad de Texas en Austin optó por apoyar al magnate “con reservas” pero otro grupo estudiantil conservador de esa institución, Young Conservatives of Texas, optó por no avalar al candidato republicano.
Al parecer, por testimonios de estudiantes de esos grupos entrevistados por la revista citada, Trump es impopular en esas universidades texanas, donde una parte sustancial de sus alumnos son de origen hispano, incluidos varios líderes estudiantiles conservadores.
Y aunque ese rechazo no impactaría, presumiblemente, la amplia ventaja que Trump tendría en Texas (donde, según el pronóstico de FiveThirtyEight tiene el 50% de la intención de voto contra el 40% de Clinton y 92% de posibilidades de ganar los 38 votos electorales de ese estado), sí abre interrogantes hacia el futuro.
Uno es la posible merma en la capacidad de movilización electoral republicana en Texas resultante de una participación menor de estudiantes conservadores, aunque el efecto y dimensión de ello es incierto. Otro es el impacto a largo plazo en la actitud de esos jóvenes votantes, que al apartarse hoy de Trump podrían también hacerlo del Partido Republicano, contribuyendo con ello a un giro político en Texas, un estado en el que se están dando de suyo importantes cambios demográficos que podrían alterar la balanza en próximos ciclos electorales.
Pero todo ello es aún especulación, pues al menos en 2016 no se vislumbra –al menos en los sondeos hasta ahora– que Texas vaya a tornarse demócrata o que, por ejemplo, candidatos alternativos como el libertario Gary Johnson logren una posición destacada. Johnson, por ejemplo, estaría allí en el rango del 10% de la intención de voto, significativo pero insuficiente para alterar el contexto en el corto plazo.
La actitud de muchos estudiantes universitarios conservadores de poner distancia de Trump tiene resonancias con el escenario planteado por FiveThirtyEight en su análisis sobre la relación entre filiación partidista, por un lado, y educación universitaria y fervor religioso, por el otro, en los votantes estadounidenses de raza blanca.
Según ese reporte, la tendencia en esa población es clara: quienes poseen mayor educación a escala universitaria tienden a inclinarse, en este ciclo electoral, más por Clinton y quienes acuden a servicios religiosos con más frecuencia tienden a hacerlo por Trump. El peso de la religión es fuerte pues, por ejemplo, en el segmento de los más educados y fervorosos, Trump aventaja a Clinton 2 a 1, aunque Clinton hace lo propio 3 a 1 entre los más educados pero que no asisten a servicios religiosos.
Fuente:Jesus del Toro
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